El Anticristo no debe entenderse únicamente como una figura externa, sino como una fuerza interna y colectiva que se manifiesta a través del materialismo, el egoísmo y la negación de lo espiritual. Representa la sombra de la humanidad que, al apartarse de la conciencia y de los valores superiores, impulsa la destrucción, la confusión y el olvido del verdadero propósito del ser.